Agustín Suárez Palacios



Agustín Suárez Palacios más conocido por GUS SUÁREZ. Compositor, bajista y cantante del grupo musical de trash-metal PACO JONES y también bajista y autor del grupo de metal melódico INTERMEZZO. En su haber hay en total cuatro discos y un montón de maquetas, colaboraciones y recopilatorios. En tiempo libre escribe literatura breve.


jueves, 19 de agosto de 2010

Suerum

Vulgus Demarión era lo que se llamaba un superviviente, había resistido mil batallas y revueltas, pero en realidad, lo que verdaderamente sentía en su interior, era el remordimiento y el fracaso. Había perdido a cientos de amigos y compañeros de armas, abatido, a ni siquiera recordaba cuantos enemigos y de todo ello, solo le quedaba un cuerpo maltrecho, lleno de heridas mal curadas y cicatrices que retorcían su memoria a modo de tortura, cada vez que conseguía cerrar los ojos. Sin embargo en Roma era aclamado como un héroe y a su regreso de las Galias, tras veinte años al servicio del Imperio reclamó lo que era suyo…
Lancritus quedaba muy, muy lejos, en la Hispania de los astures transmontanos, una tierra apacible y cercana a Gigia, le dijeron. No le sorprendió su destino, ya que al no tener linaje su familia, sabía que su futuro no estaba ni muchísimo menos cerca de la capital. Bajó su cabeza asintiendo, como muestra de agradecimiento pero también sabedor de que los habitantes de aquellas tierras tenían un carácter indómito y cada cierto tiempo, siempre ocurrían altercados y revueltas. Gratificante e implacable como siempre, Roma le concedió sus 30 acres y su pensión vitalicia, a cambio de mantener el orden en aquellos parajes contribuyendo con su sabiduría militar.

Demarión aceptó la oferta, no quiso fiestas ni honores en su nombre, no se sentía ni honrado ni merecedor de ellas, tan solo esperó a que todas sus acreditaciones y salvoconductos llevaran el sello del César y sin más demora puso rumbo a Astura.

Aquella mujer se sentía afortunada, puesto que había conocido a una persona que la había hecho sentirse importante y agraciada desde el primer momento en que sus miradas se cruzaron y porque había conseguido también, algo que ni reyes ni césares de todos los confines del mundo pudieron ni siquiera soñar, rendir a sus pies a uno de los más temibles y sanguinarios soldados romanos. Claudiosa, que era extraordinariamente bella, sin abolengo pero con mucha raza, vivía de forma acomodada con sus hermanos al ser su madre, la amante preferida del cónsul de Gigia.

Desde que él llegó a Lancritus, ya nada fue igual y ella siempre recordaba sus palabras, como algo placentero grabado a fuego en su memoria, cuando decía, que ya rodeando el embalse del Porma, descendiendo el Tarna y atravesando los bellos paisajes de Flaviana sentía las vibraciones positivas que esta tierra le provocaba, así como repetía, una vez y otra vez, de forma obsesiva e incansable, la narración con todo lujo de detalles, risas incluidas, del fortuito encuentro que tuvieron en Cianus Angulum donde dos mundos opuestos y diferentes se atrajeron hasta tal punto que las frías aguas del Nilone parecieron ir en sentido contrario a su desembocadura.

Después fueron los ires y venires desde Filictum a Rivi Angulum, los ocasionales encuentros en Xamargu, o en Var, las escapadas a Tiuya Teodilda, los hermosos atardeceres en Aquam Latam donde sus famosas aguas medicinales, y aquel amor incandescente dieron origen al milagro de sus vidas… Suerum.

Demarión había insistido mucho en que su hijo se llamara así, porque simbolizaba la raíz de su existencia, que hasta ese día, siempre había estado en constante movimiento, la paz de su interior y la explosión de amor y alegría, que todos juntos formaban, una serie de sentimientos totalmente desconocidos para él. En definitiva, el suero de la felicidad.

Los años habían pasado, los siglos también, pero las historias de su familia se habían transmitido de padres a hijos durante muchas generaciones. Era en esos momentos, cuando recordaba la fraternal silueta de su abuelo, contándole esos acontecimientos, en los que tanto él, como el resto de sus antepasados habían sido testigos y protagonistas. Así fue como le explicó, el padre de su padre, en uno de sus momentos de sobrecogedora ternura, que todos los primogénitos varones de su estirpe llevaban siempre el mismo nombre, en respetuoso homenaje, al hijo de ese hombre que había enraizado en esta tierra, jurando defenderla hasta su muerte y que sin embargo, nunca jamás desde su llegada tuvo que empuñar una sola espada.

No sucedió lo mismo con Suerum, le contó su abuelo en otro de sus momentos de orgulloso pasado, que a pesar del empeño de su padre, no tuvo más remedio que agarrar las armas en las Vegas de Lanego cuando, una de las muchas tribus de astures, los luggones, tras algunas escaramuzas se hicieron fuertes y liberaron a aquellos esclavos que trabajaban dentro de la tierra, extrayendo un mineral que en Roma se conocía, con el nombre de plomo negro de Vetusta.

No hubo tregua, no hubo piedad y menos cuando llegaron los refuerzos de Publius y Octavio, los hermanos de su madre, Claudiosa, que se habían convertido en los dueños de Gigia y Noega, al no tener el Cónsul descendencia directa. El espíritu de Demarión se había apoderado de él y el “luchar o morir” que había convertido a su padre en un héroe del imperio, fue en ese momento, un mecanismo de defensa y venganza, más que un afán conquistador.

No quedó nada, ni la sangre de aquellos hombres, cuyos cuerpos y todas sus pertenencias fueron enterrados secretamente en Pandum, para que ni los luggones

ni los penios ni los gigurros ni los lancienses ni demás tribus astures, pudieran ir allí a rescatar la memoria de sus muertos, pero donde Suerum acudió religiosamente todos los días hasta su muerte, a pedir el perdón de su alma y a honrar los restos de su esposa, la astur de los saelinos, asesinada por traidora, al casarse con un romano como él.

Fue allí mismo, en Pandum, donde dejó muy claro a sus hijos, en su testamento, que quería ser sepultado sin ningún tipo de epígrafe ni reseña, junto a su mujer y junto a aquel pueblo, que aunque había diezmado, también había llegado a comprender y a amar, porque en su visión, quedó grabada para siempre, la imagen de aquellos guerreros que no habiendo conseguido huir y que antes de verse prisioneros, se suicidaban masivamente, desde entonces, Suerum fue un aguerrido detractor de la esclavitud. Eso no apaciguó la ira hacia el romano, pero si calmó el ánimo de aquellas gentes, osadas y temibles, grandes cazadoras de rebecos y osos, que comían pan de castañas con legumbres molidas y bebían una especie de zumo de manzana que convertía sus lacónicas vidas en fuertes disputas, risas explosivas y fiestas inacabables.


El espatero cabalgaba frenéticamente, sus amigos y compañeros de armas iban detrás, borrando toda huella que permitiera a los caldeos seguir su rastro, su vida estaba en juego y los últimos acontecimientos eran demasiado abrumadores para ser ciertos. La curiosidad le hacía mella en lo más hondo de su ser y ahora estaba muy cerca de la verdad como para dejarse vencer por el cansancio. Recilona, la madre de Roderico, se lo había confesado, el no era descendiente de romanos, ni un niño abandonado a su suerte en la aguas del río como Moisés, ni un huérfano sin casa ni abolengo, él era nieto del rey Recesvingo, todo un pura sangre visigodo y su nombre, al igual que todo lo que le rodeaba, había sido preparado a conciencia para despistar y asegurar así, su existencia en el mundo de los vivos.

También le contó cómo su madre, Luz Vitula, había conseguido escapar de la corte de Tuy con su hermana recién nacida, Ormasinda y como el rey Vitiza había matado de un bastonazo a su padre, en un ataque de ira incontrolable, al enterarse este que todos sus años de cortejo y de rechazo eran provocados por el matrimonio secreto que estos tenían.

Mientras galopaba, sintió la furia recorrer todo su cuerpo, al rememorar el día en que entró a formar parte de los espateros, los portadores de espada encargados de la seguridad del rey y como el destino, aprovechándose de su ignorancia, se había portado malévolamente con él, haciéndole protector del asesino de su padre.

Tratando de encontrar su ubicación y no perderse en aquella encrucijada de la vía Carisio, su mente recordó también, como a la muerte del decadente rey Vitiza, fue proclamado rey Roderico, al que le unía la niñez, la juventud, la amistad y sorprendentemente también, el parentesco, ya que Luz Vitula, su madre, era sobrina de Recilona, su benefactora, confidente y también, la madre del nuevo rey. Un rey, Roderico, al que la suerte le dio la espalda, por las tensiones que había en su reino más las que generó el mismo, con sus turbios pasajes palaciegos y que desembocaron en la humillante y devastadora derrota de Wadilakka. Muerto Roderico en la batalla, escondió su cuerpo para que los infieles no lo encontraran, al mismo tiempo que en la mirada de los pocos supervivientes de aquella masacre, se veía que le habían elegido por unanimidad, estandarte de la esperanza, de la patria y de la fe, sin embargo, él no lo tenia tan claro…. demasiadas casualidades, pensó, demasiadas traiciones, intrigas cortesanas y amores prohibidos.

Quien iba a decir que en aquella encrucijada del camino y de su vida también, un reflejo del sol en su espada le cegó momentáneamente, llevándole a cometer el error de desviarse de su ruta e ir a parar a aquella casa, donde unos niños correteaban alegremente y su madre, les regañaba con fuertes voces entrecortadas. Un olor, un tanto característico, atrajo su atención hacia un agua que manaba ruidosamente colina abajo, mezclándose con el rítmico sonido del chocar metal contra metal. La casa del herrero y su familia, dedujo silenciosamente, mientras una sonrisa de satisfacción empezaba a dibujarse en su cara sin dejar de preguntarse como nuevamente el destino, ahora benévolo, le había guiado sin querer, precisamente al sitio que estaba buscando…Recilona tenia razón, su madre estaba viva, Luz Vitula sobrevivió, formando una nueva familia y alejándose de todas las miradas sospechosas….Fue en ese momento cuando todas sus dudas se despejaron y aceptó el reto, no solo seria el estandarte de la esperanza sino también, el de la victoria.

Parecía que le esperaban, pues en el aire, se respiraba un ambiente familiar y sentía algo bastante extraño, cómo si de pronto hubiera llegado a su propia casa, sobretodo después de que aquella mujer, tras mirarle unos minutos, donde el tiempo pareció detenerse, su cara pasó del asombro al llanto. Un llanto más de felicidad que de tristeza o de dolor y entredientes le pareció escuchar que decía: hijo, hijo…Y mientras él, asentía silenciosamente confirmando sus palabras, detrás de ella, contemplaban inmóviles, sin saber que sucedía, una adolescente que ya apuntaba a heredar la belleza de su madre y aquel niño de unos ocho años, que viendo a sus padres no cabía duda de que la sangre de los astures, de los romanos y de los godos habían hecho una perfecta conjunción.

El fogoso hijo del herrero, Suarotz, como algunos años después apodaron a ese niño en el monte Auseva, aquellos hombres venidos desde las Vascongadas y que más tarde se murieron todos de hambre antes de entrar en combate, fue quien les enseñó, junto a su padre, la cueva de Monsacro, donde el caballero Zeballos y aquellos otros leales caballeros que acompañaban al espatero, escondieron el Arca Santa, las reliquias traídas de Jerusalén, que simbolizaban la cristiandad en Hispania y que el arzobispo de Toledo les había encargado de salvaguardar ante la inminente ocupación musulmana.

Así mismo, fue Suarotz, quien no tuvo más remedio que comunicar al espatero o el muluk, como fue bautizado entre los infieles, diez años más tarde y a su regreso de Tierra Santa, que Ormesinda, la hermana de ambos, andaba deshaciéndole la cama al gobernador de la Asturiensis, título que le correspondía a él, por herencia y en nombre de Dios y no a este , el prefecto de los sarracenos del norte, en el de Mahoma y Alá.

También fue, Suarotz quien le rescató en Córdoba, en un acto de extrema valentía, cuando fue hecho prisionero por los defensores del Al –Andalus. Y quien tres días después del infierno de Cova Dominica, tras una persecución implacable a los moros, que se batían en retirada a través de la ruta del Langiaci y no muy lejos de su propia casa, le diera muerte a Mnuza, el gobernador que huía cobardemente de sus obligaciones al verse perdido y acorralado, clavándole la espada en el corazón.

Ni la historia, ni la leyenda recordarían nada de esto, entre otras cosas porque su hermanastra Ormesinda, nunca le perdonó que matara a su marido y amante, el gobernador y porque su hermanastro, el espatero, ahora convertido ya en el magnánimo Rey de Asturias, estuviera demasiado ocupado, en como organizar su reino, en medio de aquella caótica euforia, provocada por la aplastante victoria sobre los moros y el triunfo de la cristianidad.

Después de comprobar que no estaba hecho para vivir en la corte de Onís, y ya de regreso a su casa, en el antiguo valle de Lancritus, ahora de Lagneo y que a mi siempre me gustó llamar Lagniam, pensó en como le recibirían Demarión, Suerum y los demás espíritus de sus ancestros. Tras la aprobación y sus aplausos inaudibles para el resto de los mortales, Suarotz se arrodilló frente a su esposa y abrazándola a la altura de la cintura, sonrió, sabiendo que ese seria su único objetivo a partir de ahora, encomendarse a su familia, con la tranquilidad que le daba a su conciencia, el saber que había hecho lo correcto.



Allí en el Levante, entre la multitud de caballeros que esperaban ansiosamente ser embarcados a Tierra Santa y mientras a mi alrededor, todos hablaban alborotadamente, hambrientos de sangre, de la majestuosa fortaleza que íbamos a defender, el famoso Krak de los Caballeros o de la épica victoria del Rey Pelayo en Covadonga, infundiéndose ánimos y convenciéndose entre ellos de que el triunfo en la batalla era posible, yo no dejaba de recordar al abuelo Suero. El mismo que me contaba todas estas historias, más propias de una mente excesivamente imaginativa y fantasiosa, que de un descendiente directo de Suárotz y que por alguna extraña razón no dejaban de arremolinarse en mi cabeza, tratando de que no me hundiera en la ansiedad y la desesperación por la que en estos momentos estaba atravesando mi vida y el mismo, que fue designado por los doce y no diez, como la historia nos contó, Infanzones de Lagneo.

Aquellos caballeros sin espada, los Infanzones, que protestaron y vocearon airosamente, cuando el arzobispado de Oviedo quiso quitarles sus tierras pero que se arrugaron como la piel de las mujeres viejas, cuando el Rey Alfonso les mandó buscar un rival, para enfrentarse en lidia al mismísimo Rodrigo Díaz de Vivar y así zanjar la disputa. El Cid, que era demasiado joven en esa época, ya metía el miedo en el cuerpo con solo pronunciar su nombre, pero que sin embargo, para mi abuelo eso no constituía ningún problema, ya que según decía él, algo bravucón pero firmemente convencido, estaba sobradamente preparado y aunque no había sido distinguido como caballero, todos daban por hecho su total conocimiento en el manejo de las armas. De no mediar la reina Urraca, arreglando el conflicto diplomáticamente, quien sabe si la leyenda hubiera sido otra completamente distinta.

Sumido en mis pensamientos, una mano se posó sobre mi hombro, preguntándome con un acento extraño, inquisidor y grave, quien era yo, ya que por mi indumentaria, mi armadura y mi espada, mi lugar de espera, en el embarcadero del Levante, debería ser otro mucho más acorde con mi estandarte.

Sorprendido, me puse de pie de un solo impulso, sin apenas sentir el paso de mi armadura y mirando fijamente a aquel hombre, mucho más imponente que su voz, buscando en sus ojos, si había algún tipo de burla o reto en sus palabras, al mismo tiempo que la imagen de mi abuelo Suero, volvió nuevamente a cobrar vida en mi cabeza, cuando siendo yo todavía un niño, irrumpí de pronto en el salón de mi casa, donde él celebraba una especie de ritual, totalmente poseído y absorto.

Aquella, fue la primera vez que vi, la réplica exacta de la Cruz de la Victoria, la misma que levantó el hijo de Favila, el 28 de mayo del 722 , en el Campo de la Jura y también vi, la espada de Suarotz, la que puso fin a la vida de Mnuza. El herrero no luchó en el monte Auseva, pero si estuvo allí de todas las maneras posibles.

De todo aquel ritual, lo que más me llamó la atención, fue la capa que pendía de sus hombros, la misma que cubrían ahora los míos, de color azul celeste, como un cielo sin una sola nube y con aquella cruz amarilla bordada en oro, símbolo de la cristianidad, que había sido un regalo del mismísimo Rey Aurelio, el descendiente de Pelayo y quinto monarca de la Hispania reconquistada, que nació, vivió y murió en mi valle, donde tuvo su corte y donde también fue tristemente famoso por la entrega de cien mujeres vírgenes a los sarracenos a cambio de la paz.

— ¿Quién sois vos, señor? — me dijo otra vez aquel caballero, devolviéndome de mis pensamientos.

—Soy Suárez, hijo y nieto de Sueros y descendiente del hijo del herrero, Suarotz, pero para vos, yo solo soy Suero de Lagniam—

—Lo sé— me contestó con una sonrisa.

—Yo soy Gaudofroid de Bouillon y conozco vuestra historia— prosiguió con su extraño tono de voz, mientras señalaba con el dedo, hacia un grupo de nueve caballeros, vestidos todos, con una túnica blanca que llevaba dibujada, una gran cruz roja a la altura del pecho y que reían jocosa y amigablemente…

— ¿Los Templarios? — pregunté.

—Sí—dijo— Vuestro padre os espera—

FIN




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miércoles, 14 de julio de 2010

SOBERBIA

Aquel hombre de soberbia erudición y fácil oratoria, se sentía indeciso ante el aparentemente inocente, concurso de facebook. Él, que era capaz de despellejar vivo al más atrevido y talentoso escritor novel, sintió curiosidad por ver, con que grandioso dramaturgo relacionaría su nombre aquel juego. Después de rellenar todo el cuestionario, maldiciendo en voz alta, la ambigüedad imprecisa en el enunciado de las preguntas y tras unos segundos de intriga en espera del veredicto, se le iluminó la cara al aparecer en la pantalla con letras mayúsculas… DANTE.
Fantaseando con el creador de La Divina Comedia, escribió en el apartado de agregar comentario: ¿Alighieri? Instantáneamente, ochocientos mensajes contestaron al unísono:
—No, P. DANTE—.
Ni siquiera acertó, a quitar del ordenador aquella ventanita que decía: ¿Cerrar pestañas? ….
=SI, NO, CANCELAR=


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Escucha SOBERBIA en la voz de Amelia Prieto:

martes, 13 de julio de 2010

MENTIRAS

Los dientes de león crecían a su paso como una invitación a que ella les contase sus deseos, para luego tras el ritual del soplido, hacerlos realidad. Pero ella ya no creía en estas fantasías porque había perdido demasiado tiempo de su vida escuchando una mentira tras otra. En su mente solo estaba la idea de cruzar aquel puente de luz y llegar a la ciudad lo más pronto posible…
Diseñada para ser la mujer que cautivara a su hijo, el maestro Gepetto puso todo su empeño en que así fuera, incluso inventó un mecanismo muy complejo para evitar que le creciera la nariz, convirtiéndola en un ser perfecto, el sueño de toda mujer, la obra cumbre y también la más desconocida de su autor, pero ahora estaba herida, furiosa y llena de rabia…



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viernes, 9 de julio de 2010

NATURALEZA

Cuenta la leyenda que por donde pasaba Atila no volvía a crecer la hierba, sin embargo para la flora del Planeta Azul, el problema no fue la barbarie de los hunos sino la de los otros, los expropiadores. Por eso, cuando Naturaleza, la hija más indómita y salvaje de la Madre Tierra, decidió bajar del olimpo, no le sorprendió a nadie que en su caminata desde Central Park hasta Wall Street, fuera creciendo a su paso, todo tipo de flores y arbustos de una forma casi instantánea, rabiosa e imparable.
El resultado final fue asombrosamente verde, pacífico, pero por supuesto, devastador…





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domingo, 4 de julio de 2010

MARTILLAZOS

A martillazos. Agoté mis vacaciones a martillazos. La reforma del baño, me consumió hasta creer que la maceta y el cortafríos, eran las prolongaciones de mis manos y así, haciendo las rozas en la pared, para las tuberías y los cables eléctricos, fue cuando recordé, que no me había inscrito para el cadáver exquisito de este mes. De pronto, en un golpe tonto, reventé el plomo de la cañería. Rápidamente, empezó todo a llenarse de agua. Corrí cerrando la puerta detrás de mí, buscando la llave de paso general, para que no se inundara toda la casa y cortar la fuga.
Cuando la encontré y vi que no giraba, miré por la ventanita de forja que hay en la puerta del baño, donde me caían las gotas de sudor y en cuyo cristal, se reflejaron mis ojos asustados. Adentro, el desagüe devolvía las gasas empapadas con sangre, de mi dedo accidentado y los bastoncillos de los oídos que juntos, parecían unas sombrillas rojas, azotadas por una tormenta.
Fue en es momento cuando te vi, encima de una burbuja, con la misma postura que pones cuando escribes y grité —Clau, despierta, que esto no es una minificcióoonnnn— Recordando que las herramientas estaban dentro, grité más fuerte —Pásame la llave inglesa, jodeerrr…
De repente sentí que en mi mano, pálida por la fijación del yeso fino y las uñas negras por el cemento seco, se posaron tus mariposas doradas y oí una voz sorprendida, que me decía a mi espalda —¿Qué haces Gus?—



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jueves, 24 de junio de 2010

CREPÚSCULO

Por un instante, se cansó de cuidar sus diamantes, aquellos que un grupo de Liverpool había puesto en el cielo a sus pies y en ese preciso momento, Lucy, decidió dejar el que hasta hoy había sido algo más que su hogar. Así, como por arte de magia, sintió a Slowhand Clapton hacer honor a su nombre y bajo su mano lenta y protectora comenzó su paseo a través de las nubes.
Su fantasía se hizo real y al mismo tiempo, le venían, entre flashes y destellos, recuerdos de su infancia. Recuerdos buenos y malos. Buenos como las flores anaranjadas del jardín de sus padres y malos como los murciélagos que tanto pánico le causaban…
En su paseo oyó a lo lejos, ruidos, de lo que parecía ser una melodía, pero no acertaba a distinguir si eran los Zepp cantando su escalera al cielo o la voz de Scott con su autopista al infierno, sin embargo, toda su niñez y todo su mundo se vino abajo como un castillo de naipes en un huracán, al averiguar que eran unos calvos y cadavéricos, G´ N ´ R ´ repitiendo una y otra vez, llamando a las puertas del cielo, del ya por entonces, viejo Zimmerman.
Sin tiempo de recuperarse de este golpe bajo, Lucy vio como su eterna juventud se marchitaba a la velocidad de la luz y en el crepúsculo de su inocencia comprobó que en toda su vida no había hecho nada. Desnuda y desconsolada lloró amargamente.



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TENTACIÓN

Harto de todo, decidí marcharme lejos. Muy lejos. Tan lejos, que volví con los de mi especie. Transilvania seguía igual de patética que como la dejé y mi palacio, era aún más tétrico de lo que recordaba pero el inframundo es lo suficientemente grande, como para compartir el mismo espacio sin ver a nadie. Así que no me importó regresar, siempre y cuando estuviera a salvo de mis fantasías…

No se como lo hizo, pero ella me encontró y trajo consigo todo su equipo de seducción para intentar recuperarme. Desde la aurora boreal, hasta el río de la vida, donde navega sentada sobre el mundo que domina a la perfección, el de las pasiones oscuras. Y esperó. Esperó pacientemente, a que fuera lo primero que viera cuando mirara al exterior. También tuvo el gracioso detalle, de traer paraguas con mi color favorito, el rojo sangre, porque sabe, que aunque adoro el frío, aborrezco la lluvia como nadie, para así animarme a salir e ir a su encuentro.

Que importa que yo me resista, si en la prisión de mis deseos, soy capaz de ver bonitas mariposas y hasta el reflejo de mis propios ojos, en el cristal de la ventana, cuyas rejas, están ahora llenas de mis lágrimas…

La tentación es demasiado fuerte incluso para mí, un vampiro, el príncipe de las tinieblas al que todos llaman Drácula…. y también su esclavo.
—¡! Como se nota que los demás no me conocen ¡!— Me dije, mientras levantaba mi mano ansiosa.


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