
Su fantasía se hizo real y al mismo tiempo, le venían, entre flashes y destellos, recuerdos de su infancia. Recuerdos buenos y malos. Buenos como las flores anaranjadas del jardín de sus padres y malos como los murciélagos que tanto pánico le causaban…
En su paseo oyó a lo lejos, ruidos, de lo que parecía ser una melodía, pero no acertaba a distinguir si eran los Zepp cantando su escalera al cielo o la voz de Scott con su autopista al infierno, sin embargo, toda su niñez y todo su mundo se vino abajo como un castillo de naipes en un huracán, al averiguar que eran unos calvos y cadavéricos, G´ N ´ R ´ repitiendo una y otra vez, llamando a las puertas del cielo, del ya por entonces, viejo Zimmerman.
Sin tiempo de recuperarse de este golpe bajo, Lucy vio como su eterna juventud se marchitaba a la velocidad de la luz y en el crepúsculo de su inocencia comprobó que en toda su vida no había hecho nada. Desnuda y desconsolada lloró amargamente.
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